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El avance de la deforestación y sus consecuencias: un retrato crítico de la Amazonía

En la Jornada de Inmersión Científica en la Amazonía, realizada por IRI Colombia, José Yunis y Sandra Castro ofrecieron un análisis complementario sobre la pérdida del bosque: desde las cifras históricas y los motores de deforestación, hasta los impactos ecológicos y sociales y la necesidad de restaurar el territorio con participación comunitaria.

La Jornada de Inmersión Científica de IRI Colombia fue, durante tres días, un espacio donde ciencia, institucionalidad y comunidades dialogaron sobre el futuro del mayor bosque tropical del país. En ese marco se desarrollaron dos conferencias que, sin proponérselo, construyeron un mapa conjunto sobre la fragilidad y la resistencia de la Amazonía.

José Yunis Mebarak, director de Visión Amazonía, un programa de cooperación internacional que apoya las políticas sobre bosques del gobierno nacional.

En la conferencia “Aciertos, retos y perspectivas para consolidar la reducción de la deforestación en la Amazonía colombiana”, el director de Visión Amazonía, José Yunis, expuso la magnitud del fenómeno de la deforestación durante las últimas dos décadas y los retos para contenerlo. 

A su vez, durante la ponencia “Lectura del territorio amazónico”, la investigadora del Instituto Sinchi, Sandra Castro, analizó las consecuencias ecológicas y sociales de la pérdida del bosque y la urgencia de restaurarlo con una perspectiva comunitaria.

Las cifras ofrecen el punto de partida. Colombia conserva 59,2 millones de hectáreas de bosque –el 52,1% del territorio continental e insular–, y cerca del 66% de esa cobertura se encuentra en la región amazónica. Sin embargo, durante las últimas dos décadas la cobertura forestal de nuestro país ha sufrido graves modificaciones. Entre 2001 y 2024 el país perdió casi 3.5 millones de hectáreas y la Amazonía fue la región más afectada, con una pérdida de 2.050.893 hectáreas.

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A esto se suma el comportamiento reciente de la deforestación. El año pasado, el país perdió 113.608 hectáreas de bosque, 77.124 en la Amazonía. Según explicó Yunis, el aumento registrado el año pasado debe interpretarse en su contexto histórico: “Cuando se menciona que subió la cifra de deforestación el año pasado es verdad; pero se debe tener en cuenta que subió en comparación con la tasa más baja de deforestación que ha experimentado la región”. 

El matiz es crucial para entender que, aunque el repunte es preocupante, se compara con un año atípicamente bajo, y no con las tendencias estructurales de largo plazo.

Radiografía de una deforestación que no cede

“Colombia sabe exactamente cuánto, cuándo y dónde se deforesta. Lo sabe a nivel de vereda, municipio, resguardo, parque nacional. Pero una cosa es saber, que es importante, y otra es qué hacer con eso”, subrayó el abogado, experto en administración pública y sostenibilidad.

El problema no es solo cuantitativo. De acuerdo con Yunis, buena parte de la deforestación ocurre en zonas donde la presencia institucional es débil y donde confluyen economías ilegales, intereses privados y ausencia de alternativas productivas.

El director de Visión Amazonía lo explicó con franqueza: “En algunos lados es muy difícil llegar. No basta con saber cuánto, cuándo y dónde, sino cómo llegar a esos sitios”.

Sandra Castro, investigadora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi.

La expansión de la ganadería extensiva —que ocupa la mayor parte de las áreas ya deforestadas—, el acaparamiento de tierras y la extracción ilegal de minerales son, según Yunis, motores persistentes que consolidan un modelo que ve en el bosque un obstáculo y no un activo. No se trata solamente de la pérdida de árboles: es la transformación acelerada y, en muchos casos, irreversible de un territorio.

En este análisis, Yunis hizo una advertencia significativa sobre el papel de las vías en la presión sobre el bosque. Señaló que la construcción de carreteras en zonas de alta vulnerabilidad es uno de los factores que más impulso dan a la pérdida de cobertura, pues abren el territorio a nuevas ocupaciones, actividades ilegales y procesos de acaparamiento de tierras. Al mismo tiempo, subrayó la necesidad de repensar la conectividad regional bajo criterios ambientales: “No sólo de carreteras vive el hombre. También se pueden conectar los territorios a través de puertos en los ríos o del aire. En términos de deforestación, unos producen un impacto y otros no. Se deben adecuar distintas políticas”.

Sandra Castro durante la conferencia “Lectura del territorio amazónico”.

Un ecosistema que comienza a fracturarse

La conferencia de Sandra Castro añadió una dimensión fundamental: los efectos de esa transformación en la Amazonía. Aunque el 80,5% del bioma amazónico mantiene todavía sus coberturas naturales, la fragmentación avanza y altera procesos ecológicos que dependen de la continuidad del bosque, señaló.

La investigadora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi fue clara al afirmar que el bosque amazónico cumple funciones esenciales para la vida: “Es un sistema vivo que realiza procesos que permiten que este territorio exista tal cual lo conocemos”, señaló.

La ruptura de la conectividad andino-amazónica es, para Castro, uno de los puntos más delicados. Esa conectividad no es una abstracción: hace posible el movimiento de especies, la regulación hídrica y climática y la estabilidad de ecosistemas que, si se interrumpen, no podrían funcionar plenamente. De ahí su advertencia: “La conectividad entre los Andes y la Amazonía se está deteriorando. Si se pierde, desaparece también la posibilidad de que las especies se muevan y de que los ecosistemas funcionen”.

Willy Alejandro Rodríguez, alcalde municipal de San José del Guaviare y su equipo de trabajo.

La deforestación no solo compromete la biodiversidad; también afecta al bienestar humano. “Cuando se talan los bosques se pierde también la posibilidad de que las comunidades puedan vivir de ellos”, expresó de manera contundente.

Su mensaje apunta a la base del problema: sin bosque, no hay futuro económico sostenible en la región.

Castro también insistió en diferenciar los conceptos de rehabilitación, recuperación y restauración. Aunque no los definió de manera rígida, sí subrayó la dimensión social de este último proceso: restaurar no es un acto técnico aislado, sino una acción colectiva que depende de la apropiación comunitaria.

Kelly Castañeda, gobernadora encargada del Guaviare y secretaria departamental de Agricultura y Medio Ambiente.

“Nosotros acompañamos técnicamente, pero no imponemos. Mostramos un abanico de opciones y son las comunidades las que deciden qué camino tomar”, explicó. Ese enfoque guía el trabajo del Sinchi en los núcleos de desarrollo forestal que lidera en Guaviare, donde las comunidades participan desde la planeación hasta la implementación de alternativas productivas y ambientales.

Conservar o perderlo todo: el dilema de fondo

El país avanza en un Plan de Contención de la deforestación que, según José Yunis, busca articular desarrollo forestal sostenible, pagos por servicios ambientales, reconversión productiva, gobernanza indígena fortalecida y un monitoreo continuo del territorio.

No obstante, el propio director advirtió que la meta oficial de deforestación neta cero en 2030 exige un esfuerzo sostenido en el tiempo: “Esto no se resuelve en cuatro años. Son procesos de 10 o 15. No tenemos ese tiempo, pero no sé cómo lo vamos a acelerar más”.

Focos de deforestación en la Amazonía. Foto: cortesía FCDS.

A pesar de los desafíos, tanto Yunis como Castro coinciden en que la Amazonía aún tiene margen para recuperarse si el país decide orientar su economía hacia la conservación. Yunis lo dijo sin ambigüedades: “Lo que hay que construir es una economía de selva, basada en los recursos de acá, respetuosa del medio ambiente. Todo lo que atente contra el bosque no sirve”. Y Castro cerró con una reflexión que parece dirigida tanto a la ciudadanía como a las instituciones: “Si no conocemos lo que tenemos, no podremos valorarlo. Y si no lo valoramos, no podremos conservarlo”.

La Jornada de Inmersión Científica en la Amazonía, de IRI Colombia, dejó en el aire una idea insistente: la Amazonía no se pierde de golpe, sino por acumulación de decisiones. Del mismo modo, sólo puede salvarse a partir de decisiones que reorienten el rumbo. La ciencia ha iluminado el camino, la institucionalidad reconoce la urgencia y las comunidades saben lo que está en juego. Ahora, lo determinante será lo que los tomadores de decisión decidan hacer con esa claridad.

En la Jornada de Inmersión Científica de IRI Colombia participaron representantes del pueblo Nukak.